Imagen tomada de la Internet . Obra de Montserrat Guidoll.
Voces... de ausencias
de recortes sin destino,
de figuras inconclusas... Voces. ©
Hace unos días estaba en prueba
de un vestido de fiesta, indicaba a la diseñadora lo que quería y cómo lo
quería sin detenerme a pensar en las palabras que decía. Le proponía que la
manga del vestido fuera a cierto nivel porque tenía el brazo un poco gordo y
algo flácido, luego cuando ella me mostraba cómo iba a quedar la falda, inmediatamente le dije que no usaba
nada ancho abajo porque era una… (Palabra descalificativa para referirme a mi
estatura baja). Lo dije como burlándome de mi misma, pensando que hablaba de una
manera relajada y que esto solo mostraba que me aceptaba plenamente, es decir,
reconociendo los puntos débiles y fuertes de mi cuerpo. Eso era lo que pensaba,
otra cosa fue lo que la diseñadora recibió y me lo dijo. Es por esto que quiero escribir acerca de la
manera que utilizamos para hablarnos.
Tengo claro que esa idea de tener
todo bajo control y mantener las debilidades a raya, aparte de ganarnos la
aprobación de otros solo nos lleva a cansarnos y a debilitarnos por dentro. En
la medida que más estudio y más cursos tomo lo confirmo. ¿Entonces por qué
persistimos en darnos palo cuando nos hablamos?
Tenemos que volver a hablar de
los hábitos, de esa voz en off que se ha especializado en pulsar botones de
alerta. Muchas veces hay que escucharla pero otras no y en esto radica el cambio.
Lo más simple si has leído hasta
aquí, es decir: esta persona no se acepta, tiene baja autoestima y cosas
similares, pero no, va más allá de esto porque repetimos conductas automáticamente. Se trata
de que no somos compasivos con nosotros mismos. Somos capaces de ser más
blandos con los demás pero cuando se trata de nosotros nos damos duro.
¿A qué voz recurrimos cuando nos
hablamos, a la de la madre enojada que descalificaba, o a la del padre
castigador que nos señalaba nuestras equivocaciones?
Tenemos que estar consientes
porque ya no debe haber otra voz que deba importar sino la nuestra y esa voz
debe ser amorosa, respetuosa, sana y efectiva.
Ser compasivos a nivel físico,
emocional y mental es llevar nuestra mirada suave a cada una de las partes de nuestro
cuerpo y a nuestros pensamientos. No es negar situaciones concretas, es salir
de ellas para que estas no generen emociones negativas en nosotros. Es saber
que hay puntos que no favorecen pero hay otros tan positivos que si nos enfocamos
en ellos, los demás pasarán desapercibidos.
Recordar que nuestros
pensamientos son eso, pensamientos y no verdades fijas. No debemos apegarnos a
conceptos, a imágenes ni a palabras que nos hayan entregado en un pasado acerca
de nosotros. Nada nos define, somos un todo, un terreno que siempre está listo
para ser sembrado, tierra fértil que acepta buena siembra.
Nuestra voluntad y la capacidad para
sobreponernos depende de lo que nos decimos. Sí, pero esa voz no tiene porque
ser todo el tiempo dura y descalificadora.
En conclusión, una invitación que me dejo y les dejo: ¿por qué no
hablarnos como le hablamos a ese ser que amamos, o es que tampoco con esa persona nuestra voz es constructiva y
alentadora?
“La voz es reflejo de lo que
sientes. Si quieres cambiar tu comunicación, no cambies tu voz, cambia lo que
sientes”. Oriol Pujol Borotau.
Un abrazo de luz sostenido, seguimos creciendo y construyendo desde el amor.
Susana Jiménez Palmera
Maestra en Reiki
Coaching personal.